Los regalos anticipados

Papa Noel llegó un poco antes a Zorrilla. El Real Valladolid necesitaba ganar como el comer y eso hizo, tanto ayer como el pasado sábado.

El comienzo de los locales fue idóneo, dos goles en siete minutos hacían creer que la afición blanquivioleta iba a vivir una gran noche. Lo normal con el 3-0 es que cualquiera hubiera dado el partido por acabado. Pero como era de esperar, esto no fue así. Un gol en del Zaragoza en los últimos minutos de la primera parte metió a los maños en el partido y despertó cierta inquietud en la grada, que a pesar de ello respondió animando. Los primeros veinticinco minutos de la segunda mitad fueron un monólogo de los locales, que tuvieron el control absoluto del partido. A falta de un poco mas de diez minutos para el final, Kiko Olivas comete un penalti absurdo sobre Borja Iglesias cuando el delantero estaba de espaldas. El mismo transformó el penalti y metió miedo a los más de 5.500 espectadores que estuvieron ayer en el estadio.


A pesar de la gran actuación de la defensa, el Pucela sigue encajando goles muy fácilmente. El repliegue es tan exagerado que la línea de medios y la de la defensa se juntan en la frontal del área propia, lo que da mucha libertad a sus medio centros para elaborar en zonas muy próximas a nuestra portería.

El final de año nos deja un sabor agridulce, muy común en el pasado reciente del club. Con la sensación de que se puede hacer algo más pero sin conseguirlo por ahora.

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